La oficina y el ruidoso paso de los años.

Ayer tuve unos sueños feísimos.

Uno de ellos y sobre el cual hoy no quiero abordar, tenía de protagonista a una amiga mía de la secundaria, que fue muy cercana y luego simplemente fue una hija de la chingada. Por alguna extraña razón se me aparece seguido en sueños. Pero no tengo ganas de averiguar el porque.

Soñé también que mi jefe me decía que me tenía que salir de mi oficina y pasarme a un cubículo, nos peleábamos muy fuerte y me decía,

- Chica es tu mismo puesto, es tu mismo sueldo pero no vas a tener ya tu oficina… la necesitamos para tal muchacho… que es más importante que tú.

Y yo le decía que me iba.

Y esto me daba mucha tristeza.

Aquí hay muchas obviedades. Sé perfectamente porque tuve ese sueño y además justo ayer que otra vez no escribí, le eché la culpa a la falta de oficina. Lo cual es absurdo porque aquí en México también tengo oficina.

Y no es que la oficina me inspire, pero si me disciplina.

De chiquita jugaba con mi amiga Laura a la oficina y cómo en su casa habían muebles de oficina abandonados en un cuarto lleno de engrapadoras, clips, lápices, calendarios y notas de remisión; nos la pasábamos engrapando, firmando y llenando muchas notas.

Me encantaba, me encantaba… jugar a la oficina.

Desde mi primer trabajo real (me pagaban) tuve oficina.

Me dieron un metro cuadrado de oficina con una ventanota. Era perfecta.

Y luego tuve una mucho más grande, con mesita de juntas y balcón, que se prestaba increíblemente para la visita y las carcajadas.

Desde 1993 he ido de oficina en oficina. Una más bonita que otra y tampoco han sido tantas, porque paso demasiado tiempo en mis trabajos (hago una pausa para pensar si esto es malo o bueno).

La oficina para mí es como uno de los perks.

“A ver Sofía, ahí te va el seguro medico, el seguro dental, el plan para el retiro y tu oficina”

Desde que nació Juliana, la oficina elevó su valor.

Es mi espacio dónde encuentro un rato de soledad, dónde entre 9 y 10 de la mañana me tomó mi café, leo un par de noticias, leo el mail que me da la gana leer y escribo. Es el lugar dónde hago mis eternos calendarios a mano (soy la burla de todos) y dónde llevo mis finanzas en hojas amarillas a mano (soy la burla de varios).

Es el lugar dónde todo tiene un horario y todo debe suceder.

Las cosas de la oficina y mis cosas.

Todo esto le debe sonar patético a una persona libre y normal que adora trabajar desde su casa, a la hora que le da la gana.

Yo quisiera ser así, pero no soy.

Lamentablemente soy una persona de oficina.

En México me armé mi oficina ideal en la casa y tengo muchos pritts, clips, folders, stickers, plumones, miles de repuestos, cuadernos de todos los tamaños… Y es que ésta oficina la comparto con Juliana y la papelería que ella requiere, es mucho más divertida. Ella también juega a la oficina, sólo que habla demasiado. Yo y Laura no hablábamos tanto.


Se acerca el día, la hora.

Y ando muy paseadora en la avenida del recuerdo.

Laura significó llevar el paseo al 1976 más o menos.

La otra amiga a 1982.

40 son muchos.

(Acaba de llegar Juliana a la cama y su cara me recuerda a la mía, muchísimo más jovencita).

Más vale reír…

1 comment:

  1. qué bonito cierre Flaca, me rayó!
    fuerte, fuerte pero como los grandes muñeca! y yo aquí, desde mi ala, cachete con cachete con mi amigo el diablo, no jodas! besossss

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