Mañana musical (y la mamá presidenta)



Venía con toda la intención de hablar del tema de la mamá presidenta de la clase pero mi i-pod se cruzó en el camino.

Me conecté los audífonos al salir de la puerta roja de la escuela, con lo cual logré desconectarme poco a poco de la mamá presidenta, del hecho de que me urgía un café y de todas las demás cosas.

Entonando canciones en mi mente, a veces vocalizando (esto último no tiene una recepción cálida por la calle) y hoy sobre todo aplicando pequeños pasos de baile a la modalidad de flexión de rodilla discreta mientras esperaba que el alto se pusiera en siga.

Dicha flexión de rodilla acompañada de mis zapatos de tap plateados, me puso de muy buen humor, y así lo que arrancó en un momento muy disco con Dianna Ross y “loove taught meee who was the boss…” terminó en un dueto con Bono (dónde yo era Mary J Blige) y él me decía “Go Mary”

Los dos en el escenario.

Un amigo muy simpático me contó que una vez estuvo en un escenario y fue una experiencia inolvidable. Sus amigos de una banda lo invitaron a tocar las congas.

El hizo lo propio y sentado ahí mientras su mujer cantaba, se le acercó una mujer del público a pedirle una canción al oído y después le mordió la oreja.

Le dio una mordida.

Y es que en el momento que alguien (que no es famoso) se sube a un escenario, me imagino que se convierte por un segundo en una estrella, en un profeta. Se transforma en alguien que no es, en alguien que provoca que las mujeres le muerdan la oreja.

Me imagino que eso es parte del gran éxito de los karaokes.

Tengo que admitir que miles de veces he soñado con ser cantante de rock y no hay nada, absolutamente nada en el mundo, más disparatado para mi que eso.

No canto nada y bailo muy poco.

Bailo con flexión de rodilla en las esquinas.

Pero me subo al escenario con la mente y lo hago muy, pero muy bien.

Entonces.

La presidenta de la clase, es esa mamá de uno de los niños de la clase que se elige sin campaña y obtiene dicho puesto simplemente por ofrecerse.

Y siempre resulta ser una pesada.

O por lo menos en mi experiencia.

Esa mamá es la mamáperfectalosetodo que encima tiene el poder para no meter bien tu e-mail en la lista de correos del salón, dejándote fuera de toda comunicación pertinente a tu hijo y la escuela.

Es la mamá que se hace íntima de la maestra, decide que regalo se le da para el día del maestro, hace las colectas de dinero y asigna labores en caso de haber festividades.

Es ca-gan-te.

Aquí en NY y también en México.

Me imagino que todas las mamás presidentas de la clase, en todo el mundo son así. Y esto lo sostendré hasta que me toque conocer una que me pruebe lo contrario.

Esto no lo sé por mi corta experiencia conviviendo con tales mamás presidentas, desde hace apenas 2 años.

No, lo sé porque desde pre-primaria tuve una mamá presidenta de la clase y así me fui hasta la prepa.

Cuando era chica, mi mamá que no tenía nada que ver con la mamá presidenta de la clase, se hacía de todos modos su amiga porque esto le daba palanca y sí que la necesitaba.

Yo era un desastre en la escuela, me la vivía sacando pésimas calificaciones y cada mayo me retenían la puta matrícula lo cual era equivalente a: vas a reprobar el año taradita.

Y mi mamá se ponía nerviosa.

Y al ser amiga de la mamá presidenta de la clase y de la Madre Superiora, logró librarme de tal humillación.

En esa escuela las mamás presidentas tenían mucho poder.

Escuela de monjas y Belén.

Cómo odiaba a esas monjas.

Y a Belén.

A mi mamá le siguen cayendo bien.

Y creo que hasta la fecha se encuentra con la mamá presidenta de la clase y con Sor Salud, y se funden en un cálido abrazo.

Yo no.

Yo aquí sigo en la lucha por entrar con el mail corregido en la lista de la mamá presidenta de la clase de Juliana.

Pero ya vimos que si la mamá presidenta de la clase me pone de malas porque no me hace caso en las mañanas y no me saluda, puedo recurrir a Diana y a mis zapatos de baile plateados.

Flexión de rodilla.

Vamos a empezar el día.

 

 

 

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