El amor y la navidad.

Qué alguien me recuerde porque tenía tantas ganas de que fuera 22.

Descansar, festejar, echar siestas, despertarme tarde, no pensar en el trabajo, disfrutar plenamente a mis seres queridos.

Pienso en esta lista y me burlo de mí, y de mi memoriabloqueadora de la parte oscura de la verdad.

Hoy es 29.

Y entre otras cosas, aún no me he dormido una siesta.

Pero es por amor.

En las fiestas navideñas nos llevamos al borde del abismo, nos apretamos hasta quedar sin aire, nos ofendemos, nos enojamos y nos damos con los guantes de box rojos, con casi todos los que amamos.

Porque el amor es un pedote.

Y las navidades son un recordatorio de lo que es el amor.

Está por todos lados.

(el amor)

Y es que por todos lados llegan los madrazos.

Si no es con el hermano, es con el primo, con la madre, con la abuela, con el marido, con el hijo… o con alguien con quién tengamos un lazo irrompible.

Un lazo de cadena, con candado.

Un lazo de por vida.

Que nos haga imposible escapar de los putazos.

Suena terrible pero no es tan malo.

Llegando enero cuando acaben las fiestas y nos dejemos de ver, seguro nos estaremos extrañando.

Empezando la primavera estaremos ansiosos por vernos nuevamente.

Si hay una convivencia importante en el verano, acabaremos todos peleados, pero con toda certeza en septiembre estaremos planeando la próxima navidad.

Porque nuestra memoriabloqueadora nos hará olvidarnos de todo lo malo y conservaremos solamente el recuerdo de las risas, los abrazos, las palabras de aliento, los momentos emotivos y nuestros hijos saltando contentos a nuestro alrededor.

(Ellos también, recibiendo su dosis de pequeños golpazos).

Para noviembre estaremos peleados por los acuerdos de Diciembre y quizás uno o más, cambie de opinión con respecto a la cena del 24, a escasos días del evento.

Todo por amor.

Porque nos queremos.

Porque, All you need is love.