Me resulta conocido (Fin de semana de Pascua 2a parte).

Juliana me provoca decir seguido,
- ¿A quién me recuerda esto?
A mí.
A mí me recuerda.

Esa niña loca, cursi, cariñosa, gritona y super intensa, llega al hotel, brinca en la cama y nos dice,
- Ay como me encantan los hoteles. Son como castillos de princesas.

Cabe mencionar que el hotel de Washington era todo menos un Castillo de Princesas.
No tenía ni servi-bar y el room-service no contestó nunca el teléfono.

Por la noche, agotados por la caminata nos tuvimos que lanzar los cinco (junto con todo el cuerpo estudiantil de Georgetown University y los miles de turistas), a buscar un restaurante para cenar. Nos rechazaron en el que más nos latía y acabamos haciendo cola en un lugar Vietnamita mientras Diego se tomaba la mamila nocturna.

La ciudad del Presidente de los Estados Unidos de América tiene demasiados visitantes y éste pasado fin de semana habían ríos de gente en la explanada de los monumentos y en la de los museos.
No se podía caminar a buena velocidad porque todo el tiempo tenías delante y detrás, carriolas empujadas por mamás con pantalones cakis rabones, tines y tenisotes blancos de correr, acompañadas de su marido en bermudas cakis, tines y tenisotes blancos de correr, además de la visera de DC y los celulares en el cinturón.

El segundo día del paseo decidimos parar en un prado a recostarnos todos, mientras Diego dormía.
Juliana no paró de decirnos cuanto había disfrutado de esa media hora.
Cuando le preguntamos qué es lo que más le había gustado del viaje dijo,
- Los árboles rosas y el picnic en el pasto (no hubo picnic, solo pasto).

¿Qué hizo Juliana en ese pasto mientras los otros 3 dormitabamos?
Hablar sola (en un inglés muy de ella) y hacer sus historias.
Con pastitos y con sus manos, ella se transporta a Julianaland y ahí se inventa sus cuentos y hace todas las voces de sus diferentes personajes, ella sola.
Es una profesional.

Pero además ese pasto le encantó a Juliana porque estaba harta de caminar tanto.
Y es que de verdad Juliana camina mucho en esta ciudad, y mi caminado a alta velocidad, la agota.

Se nos olvida a ratos que tiene 4 años, pero me cae que la estamos preparando para una de dos, las pantorrillas mas fuertes del condado o la rebeldía de “no camino más” cuando se mande sola.

Mientras llega ese día (en que se mande sola) seguiremos disfrutando de sus quejas.

Y por el momento seguiré reconociendo en ella a una Sofía de hace muchos años.

Lo cual me asusta mucho.
O por lo menos, me asusta a ratos.

2 comments:

  1. Qué bueno que ya hay escritos nuevos!

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  2. Ahora que lo mencionas, es increíble ver que mis hijas hacen cosas que jamás han visto y que yo hacía a su edad, como meter el pan bimbo en la yema del huevo estrellado o comerse el queso de la quesadilla y dejar intacta la tortilla...bendita genética...ojalá que no hereden mis terribels defectos...

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