Amaneció nublado en Miami.


Hoy Diego me despertó desde las 6AM. Lo deje repelando y luego se puso a platicar hasta las 7.
A las 7:15 cuando empezó a gritar ya me lo traje a la cama y le di su mamila.
Diego es un hijo de su madre. Literalmente y de la otra manera.

Ayer acabó mi semana de trabajo en Miami y cómo era mi ultimo día, fui con la señora Maryelin por mi café con leche y azúcar acompañado de una tostada Cubana. Una acumulación de calorías que había estado evitando, pero ayer me hacía falta.

Hay un problema grave para mí en Miami.
Odio manejar y aquí todos manejan muy encabronados.
Se te avientan a tu carril y te odian por no ir a máxima velocidad.

Pero sé bien que el problema es aún más profundo.
Yo manejé en México muchos años y lo hacía muy segura. Empecé a los 16.
Hace algunos años me empezó a dar pánico ir en el distribuidor.
Hoy en día no me puedo subir.
Se me acorta el aire, tiemblo y comienzo a tener taquicardias, siento que me voy a salir del carril y voy a morir volteada en el auto como hot-cake en medio del periférico.

Un día una amiga me dijo que esos eran ataques de pánico, que ella los había tenido y que una psicoterapeuta la había curado.

Yo no soy de las personas que corro así a pedir ayuda y un psicoterapeuta nuevo no se me antojaba en lo más mínimo, pero me parecía imperativo solucionar el problema.

Y fui.
Esta Señora me recibió descalza y en pants.
Me metió en un cuarto lleno de cojines y me dijo que me iba a hipnotizar.
Me rehusé. La idea de estar dormida contándole todos mis secretos a una mujer que acababa de conocer y que traía pants, no me pareció muy buena.

Entonces me dijo que iba a ser un semi-hipnotismo.
Me acostó en el piso y empezó a cantar una especie de ohhhhm.
Y me pidió que viera el color de cada uno de los espacios de mi cuerpo.
Color de las extremidades. Color del abdomen. Color del pecho.
Color de mi alma. Color de mi cabeza.
La verdad todo se veía o negro o rojo.
No le quise comentar porque me parecía que el diagnóstico podría ser muy malo.
Así es que creo que me inventé un par de colores.
Verde y morado que me gustan tanto.

Después hubo un momento dónde me dijo que repitiera lo que ella decía: No más miedos. No más angustias. No más. No más. No más.
Hicimos respiraciones profundas, golpeamos cojines y gritamos.

Salí de ahí más asustada que con el distribuidor.

Las fobias y los ataques de pánico muchas veces surgen después de tener hijos. Y hay una teoría de que dichos miedos son distracciones de lo que realmente está pasando. Son recursos de la mente para sacarnos de ciertos círculos.
Y tiene sentido, cuántas veces no estamos con una misma cantaleta,
“Ya no aguanto mi trabajo por esto y por esto y por esto…” (hora 1, hora 2, hora 3).
Llegas al paso a desnivel y pum.
Se va la cantaleta y surge el pánico.
Tiene sentido y también es una gran pendejada.
Porque la realidad es que saltas de un pedo a otro.
La esperanza es que finalmente podrás llegar a tu destino, tomarte un vino y tratar de olvidar los dos eventos.

Miami está lleno de pasos a desnivel.
Y prefiero que mi mente no se distraiga.
Ayer casi choco de regreso al hotel y me quede muy nerviosa.
Acosté niños y salí a caminar para respirar profundo.
A veces soy muy dura conmigo… y me quería dar algo de chance.
Pero no hubo una puta esquina en todo Coconut Grove donde hubiese algo de silencio para poder platicarme.
Músicas y gritos en todos lados.
(El tema del ruidero es otro tema que me trae curiosa).

Me acabé regresando al hotel.
Leí un rato y me dormí.

Soñé que era un prodigio musical.
Llegaba  a una casa y me sentaba frente a un piano verde.
Por curiosidad acercaba mi mano y presionaba un par de teclas que hacían una melodía. Después estaba dando un concierto y ni yo lo podía creer.
Estaba maravillada conmigo.
Todos me decían, ¿desde hace cuántos años tocas el piano, porque no nos habías dicho?

Tengo varias interpretaciones de mi sueño.
Y sobre todo estoy contenta de que el piano fuese verde.
Me pregunto, ¿Qué diría la psicoterapeuta con pants?





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