Una de esas mañanas.



Cagantes.

Amaneces de malas y no te lo puedes quitar.

Y no es que hayas dormido mal o que algo en especial haya sucedido, simplemente no soportas el mundo, ni tienes ganas de enfrentar todo lo que está a punto de suceder.

Pero la única verdad es que te chingas y te levantas porque no te queda de otra.

Te bañas y si el baño no te echa la mano con tu mal humor, ya te jodiste. Muy probablemente se te quede hasta el mediodía.

Y arranca,

- Mamá quiero avena con fresas.

- Mamá ya no me gustaron las fresas

- No me las quiero comer, no, no, no…

- Odio las fresas.

Y la vestida,

- Mamá es que yo pensé que quería estos tenis de bota pero ya no los quiero.

- Es que yo quería los rosas y no los morados.

- Es que me quedan apretados.

- Estoy incómoda.

(berrinche horizontal de piso)

Ahí junto a las dos, está Diego balbuceando de buen humor con todo y que le toca su mamila de las 8. No amaneció exigente y su mamá se lo agradece porque lidiar con su hermana y la vestida de cada mañana es un verdadero horror. Pero hoy, esta mañana de hoy, la palabra horror no lo alcanza a definir.

Les dan las 8:15 y ya van tarde.

Hoy la mamá lleva a su hija y a la hija de la vecina.

Porque se turnan.

Las niñas se comienzan a pelear en el momento que se ven.

Una llora.

La otra también.

Corren al camión mientras les explica que deben ser bonitas, compartir, llevarse bien… pura pendejada, para que ya se estén quietas. Pura pendejada a alta velocidad, y una vez sentadas las tres a la altura de la calle 19, la mamá se acuerda que dejo su puto cuaderno de cosas importantes en la casa.

Ese cuaderno no es la libretita negra chiquita que siempre tenía en el bolso.

No, este cuaderno es un cuadernote que está lleno de listas.

Listas de pendientes, listas de cosas poco importantes y también de algunas que si importan.

Y lo necesita.

Y agarra a las dos niñas y las hace volar de regreso a casa.

Juliana con las botitas moradas que le molestan, ella con sus botitas blancas que no fueron hechas para correr y Sivan con una banda turquesa de aerobics la cual resulta muy adecuada en esta escena.

Recupera el cuaderno.

Las tres corren como bandidas.

Agarran un taxi.

Llegan a la escuela, ya están todos adentro.

Se cuelan en la cola de niños más grandes y suben esas mendigas escaleras a alta velocidad.

Se las entrega a la maestra y recupera el aire para decirle a su hija que la quiere, que tenga un bonito día, que no se deje de la amiga, que no le haga caso y que mejor se haga amiga de las otras niñas.

(qué chinga somos las mujeres)

Camina hacia la oficina.

Se detiene a tomar un café.

Ahí están varias mamás del Colegio incluida la actriz de Mississippi Masala, se llama Sarita Choudhury.

Se distrae un poco del mal humor.

Compra un café. Está muy bueno.

Y se va caminando con sus botitas blancas a trabajar.

 

 

 

 

1 comment:

  1. jajajajajaja muy bueno Sofía me hiciste reír en voz alta, pero me faltó la foto de las botitas moradas

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