La tele y el azúcar.
Ya se que la tele es malísima, ya sé que la tele es el enemigo.
Pero hay momentos en esta vida en los que simplemente necesitas sentarte frente a la tele.
En mi caso sucede cuando me quiero desconectar de mí misma, porque me agoto de mí y de mi mente llena de post-its amarillos con pendientes.
Y casi siempre me pasa que una vez que lo hago, me enfrento a la increíble realidad de que en 1000 canales de tele (y no estoy exagerando el número) no hay absolutamente nada que me interese ver.
Cuando llegué a NY en 1997 me hice fan de los sitcoms.
El sitcom era el sitio ideal para transportarme por una hora y echarme unas risas o unas lagrimas por situaciones absurdas y completamente lejanas a mi.
Ahora están los estúpidos reality shows.
Odio los reality shows.
Odio los bailarines con las estrellas (que ni son tan estrellas).
Y a los que cantan cómo su ídolo favorito, a ellos también los odio.
¿No tenemos ya suficientes pop stars alineadas en el firmamento del entretenimiento?
¿Acaso hacen falta más muchachitos y muchachitas abanderados por Disney, que canten, brinquen, bailen, sonrían en todas las fotos y nos prometan guardar su virginidad hasta el matrimonio?
Dios nos libre.
Ya sabemos que pasa con esas promesas.
Arriba Britney.
Y ya que estoy en este tema ayer me paso algo que me dejo impresionada.
Mi cuñado me pidió ayuda con unos boletos para Miley Cyrus en concierto.
Me dijo,
- En caso de que no sepas, es Hannah Montana.
Yo no se si todos sepan quien es Hannah Montana.
Yo no lo sabía.
Lo que sí sé desde ayer, es que Miley es la niña mas famosa del puto mundo.
Porque sus 36 conciertos alrededor de Estados Unidos, están absolutamente sold out.
Y tengo entendido que tomo a lo máximo un par de días para que se vendieran.
Estadios llenos.
Tal vez lo único que esto quiere decir, es que los papás estamos dispuestos a todo con tal de ver a nuestros hijos felices.
Entonces…
No hay nada en la tele.
Pongo Weeds.
Una serie que comencé viendo de atrás para adelante, con lo cual no hay mucha emoción.
Y Nancy Botwin no era tan cool al principio.
Definitivamente los años la volvieron más interesante.
Hago una pausa para desear que eso me pase a mi.
Estoy ansiosa.
Ya me tomé un sake con unos edamames.
(quería sake y no me parecía que combinara bien con una quesadilla)
Me cago de hambre.
Quiero azúcar.
Y arranca la búsqueda furiosa de un chocolate.
Dejé de comprarlos.
No hay helado, no hay nada.
Hay gelatinas.
Eso no me va a servir de nada.
Y me acuerdo.
Los dulces de la última piñata de Juliana.
Un kit-kat, un paquetito de gummy bears y 9 sweetarts.
Que pinche sed.
Que coraje haberme metido todos estos dulces.
Que poca satisfacción me dieron.
Tan poca satisfacción como la tele.
Me sirvo un vaso enorme de agua.
Apago la puta tele.
Leo un par de páginas de mi libro.
Y me trato de dormir.
El título del blog es muy bueno. El contenido aburre.
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