Welcome to Miami (1ª parte)

Es la semana del winter break en Nueva York, así es que empaqué dos maletones y me vine con toda mi familia a Miami.

Ayer por la noche nos instalamos en Ocean Drive y la 3a.

El departamento es todo navy blue, decorado con tan mal gusto que hasta cae en gracia. Está en un segundo piso y el escándalo por la noche es tal, que si no compro unos tapones para los oídos, corro el riesgo de que Kiko se vaya al hotel de enfrente y se instale en el piso 20.

Tengo que ir a Walgreens.

Y de paso comprar el café instantáneo de Eva, pues no toma de otro. Ya que me hizo el favor de empacar los huaraches y venirse conmigo al mar.

Todo bajo la promesa de una nueva cámara digital y un pasaje en camión a Orlando, para conocer a Mickey Mouse.

Juliana dice que no hace tanto calor, pero que está bien.

(De hecho está frío como México en febrero)

Pero para ella, no usar la chamarra y poderse quitar los zapatos, ya es la felicidad absoluta.

Diego se come sus pies y se quita los calcetines. Su carriola ya no trae sleeping bag y están jugando en un parque frente al mar.

Yo tuve que coger la camionetota Ford Explorer que rentamos y me vine manejando muy nerviosa a la oficina. Tengo años de no manejar en Miami porque siempre había algún compañero de trabajo que lo hiciera por mi.

Tuve que ir por varios pasos a desnivel (distribuidores) cosa que me mata, pues me he vuelto muy miedosa al volante.

Así es que ni el radio prendí, no podía ni parpadear para no perderme de ninguna indicación de la pendeja que me guiaba en el tomtom.

(Una de las voces más feas que he escuchado en mi vida)

Estuve a punto de tomar un taxi de 40 dólares pero decidí vencer mis miedos.

Y cabe mencionar que cuando llegué a Douglas Road en Coral Gables y estacione el camionetón, me sentí muy contenta conmigo.

Estaba claro que no sabía lo que me esperaba.