Déjenme bañarme por favor.

Es la puta gloria bañarse sola.
Sin un niño sentado en su sillita gritando, acalorado por el vapor o porque se le cae la méndiga sonaja.
Y yo asomándome cada 2 minutos a decirle,
- qué paso Diego, hola Diego, bu Diego bu, mamá se está bañando.
Ahí voy papino… ya me apuro… bu bu bu.

O mi niña que me ve encaminándome al baño,
- Mami te vas a bañar? Ah ok, te acompaño.

Trae su banquito rosa, trae a la Cenicienta que canta, trae a Nemo y trae la cubeta naranja para llenarla de agua.
Me echa a Nemo a nadar conmigo, me abre la cortina para saludarme, me hace preguntas complicadas de responder, me pide que le llene la cubeta, entra y sale del baño, dejando la puerta abierta, pone mi toalla de mantel, sobre el suelo mojado.
Cuando salgo quiere mi crema, quiere mi desodorante, quiere mi perfume.
Diego grita, Juliana pide, Diego grita, Juliana pide.
Y yo lo único que quiero es bañarme sola.
Un baño a solas que dure más de 3 minutos.

Ayer Eva me vio llegar hecha pedazos y me dijo,
- ¿No quieres que te espere a que te bañes, para que no te den lata los niños?

La abracé fuerte y creo que hasta se me salio una lágrima por su generosidad.

El domingo que íbamos al brunch, alisté a los hijos y prepare todo el kit de Diego.
K se bañó con calma y salio perfumado.
Me dijo,
- ¿Porque no estás lista?

Le dije,
- Te puedes adelantar con los hijos.
Voy en 8 minutos.
Váyanse, váyanse, váyanse.

Me dijo,
- ¿Qué quiéres hacer o que?

Se fueron.

Yo pensé,
Que quiero hacer.
Darme un baño de 3 minutos.
Ponerme crema porque la resequedad está perra.
Vestirme en silencio.
Ponerme el gorro y salir.
Todo sola.
En 7 minutos.
Eso voy a poder hacer.
Suertuda.

Los placeres se vuelven cada día más sencillos.
Me muero por una cerveza en silencio.
Me muero por una cena romántica con el papá de los niños.
Me muero por un cine con palomitas.
Me muero por leer sin interrupciones.

Y un baño mío de más de 3 minutos, aunque sea una puta vez a la semana.

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