Eat locally y escríbale cartas a sus hijos.


Me acabo de gastar más de 100 dólares en el farmers market en berenjenas lilas, moradas y guindas, chiles diversos, mesclun salad, raspberry jam, miel, multigrain bread y shallots.
Un asalto este asunto de eat locally grown. Una trampa lo llaman algunos, excepto que cuando uno se come la ensalada de arugula fresca ya no quiere volver a comer jamás la de bolsita.

Me he vuelto un poco fan de Molly Watson y sus blogs de comida y de Cathy, otra bloggera de Brooklyn que escribe noteatingoutinnewyork.com
Lo cual es irónico porque no cocino mucho (casi nada) pero tengo la ilusión de hacerlo bastante seguido.
Recorto recetas, leo todo tipo de publicaciones de comida, visito los blogs y voy al farmers market.
Podría despistar a varios.

Creo que los lunes, miércoles y viernes debería bajar a la 12 por Irving Place y evitar pasar por el mercado, pues tristemente me late que estas berenjenas, acabaran en el basurero en una semana.
A menos que me ponga a buscar una receta en chinga, la traduzca y le pida a Eva que me las prepare ella.

En fin.

Todo este recorrido sucedió también porque venía pensando en mi niña y le quería comprar un panquecito para dárselo en la tarde, pues ayer me hizo llorar de la ternura. La muy cabrona.

Llevaba días diciéndome que todos los niños recibían cartas de sus papás, a la hora del lunch y que las maestras se las leían.
Yo no sabía de que carajos me hablaba y le pregunté a otra mamá.
El caso es que es una “tradición” de PS40 meterles cartas en el lunch-box para que sepan que los “extrañamos” mientras están en la escuela.
Primero que nada, háganme el favor la mamada, ¿quién extraña a sus hijos cuando están en la escuela?
Si algo estamos con las escuelas, es agradecidos de que existan.
Segundo, si apenas logro meter el sandwich a la vez que me pongo los zapatos, no se a que hora me daría chance de clavar también una carta.
Pero bueno.
No quise dejar a mi niña sin carta, si las otras mamás lo hacen, también lo voy a hacer yo.
Y lo hice.

Imprimí una foto de Juliana conmigo y le puse una nota, “have fun, learn a lot, laugh a lot, and then come home and tell me all about it… love, love, love tu mami”

Pues resulta ser que Juliana se soltó llorando cuando le toco el turno de que le leyeran su carta.
Incluso cuando me lo contó ella a mí por la tarde, se le llenaron los ojos de lágrimas y le dije,
- Pero que tienes mi amor?

Y me contestó,
- Es que estaba muy bonita tu carta y me decías “have fun and learn a lot and come home and tell me all about it”

Se la memorizo. Le dijo a la Miss que se la volviera a leer y le prometió que ya no iba a llorar.

Juliana es lo máximo.
Lamento decirlo.
Se oye fatal, pero es la verdad.
Lo que está de la chingada es la puta genética.

Mamá chillona, Papá chillón, Hermano mayor chillón, Abuelo materno chillón, Nona chillona, Tío Héctor chillón.
No tiene mucha alternativa.

Y lo que no tiene madre es que se lo conté a mi mamá (supuestamente la menos chillona de la familia) y le provoque el llanto.

Así es como llegue hoy a gastarme 100 dólares en un panque para decirle a mi niña que la adoro y termine hablando de comida y cartas de amor…


2 comments:

  1. buenísimo, me hiciste lagrimear cabrona!

    Eso desde que uno es papá le llegan al alma todo este montón de güevonadas... snif...

    ;)

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  2. Sí, aquí tienes a toda la bola de burros, tu burla pues sacándonos las de cocodrilo...
    Sólo debo corregir, que yo sin duda, prefiero pertenecer al equipo de los chillones que de los témpanos, sin duda me alinearía en ésta y todas las vidas que me tocaran en el mismo lado, y conforme más grandes nos hacemos, más chillones nos pondremos, qué mejor!
    Te quiero horrorosa, mucho, te extraño y me haces una falta tremenda... que ni te imaginas!
    Mil besos.

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