Eva se va.

Ayer por la noche me despedí de Eva.

Y tengo una tristeza que no me puedo quitar.

Eva me conoce desde que tengo 18 años.

De hecho pasó mucho tiempo, antes de que yo descubriera, que ella es un año más joven que yo.

Pero fue mamá a los 15, Eva se tuvo que hacer grande, mientras yo era una niña.

Eva me conoce demasiado bien, me lee el pensamiento.

Estuvo en mi primera boda y me aconsejo cuando todo se fue al carajo.

Luego estuvo en la segunda. 

Y se quedó conmigo.

Eva me despidió cuando me vine a NY y estuvo conmigo en cada regreso a México.

Me ha visto llorar, me ha visto reír, me ha visto crecer, me vio convertirme en mamá.

Eva sabe todos mis enloquecimientos, sabe lo que me gusta, sabe lo que detesto, conoce cada una de mis manías y sabe cuáles son mis miedos.

Eva reza por mi, me aconseja, se preocupa.

Me ha consolado en muchos momentos y me ha cuidado como si fuera mi madre.

Eva vio nacer a Juliana y vio nacer a Diego.

Los ha querido como si fueran hijos de ella.

Eva me ha dado respiros cada vez que los necesito, se ha quedado a mi lado cuando se lo he pedido, me ha dado su apoyo incondicional y ha creído siempre en mi.

Eva y yo no necesitamos palabras para comunicarnos.

Eva es como mi familia, mi tía, mi prima, mi gran amiga.

No tengo palabras para agradecerte.

No sabes cuanto te voy a extrañar.