Tenemos que hablar...
La Colectiva ha ido creciendo.
Y eso está fantástico.
Pero a más gente - pues sin duda - más pedos.
Me imagino que es lo mismo que pasa con los hijos, tienes dos y tienes
muchos problemas, tienes cuatro y pues el doble; ahora es casi
seguro que si tienes seis, uno de esos, te hará la vida infame.
Todos los que conforman La Colectiva somos un poco intensos, me
imagino que va de la mano de lo que hacemos - contamos historias - y para
contar buenas historias, es indispensable un grado de intensidad.
El caso es que hoy fue uno de esos días en que la gente – todos y cada
uno de ellos - querían “hablar conmigo”.
Y fueron llegando poco a poco a compartirme sus sentimientos y
percepciones en temas de trabajo.
Unos incluso traían listas.
Han de saber que esto para mí es muy fuerte, dado que las tres
palabras que más odio en el lenguaje castellano son:
Tenemos.
Que.
Hablar.
Odio hablar.
De verdad, lo odio.
Cada vez que alguien quiere “hablar con uno” no hay nada bueno por
llegar, ya uno sabe que en algo la cago, en algo se equivocó, y será por
consiguiente víctima de un discurso o un regaño.
Y arranca el “tenemos que hablar de nuestra relación”, o “siento que no
dedicas tiempo a esta amistad”, o “siento que te pasas la vida corriendo”… o que se yo…
Y si me dices que tienes que hablar conmigo y que me debo
esperar a la semana que viene, incluso al día siguiente, me matas. Mejor habla
ahora. O no hables nunca.
Pero casi mejor que si quieres hablar, suéltalo sin avisar.
O vamos por una chela.
O miénteme y hazme sentir que algo me quieres contar, y luego ya me la
tiras.
Sé que se necesita valentía para decirle las cosas a tu jefa.
Lo sé porque yo siempre que tenía que “hablar” y pedirle audiencia a
un jefe, batallaba.
Sé que se necesitan agallas para decir lo que realmente traes en la
cabeza, y sé también que es mejor esa gente que enfrenta las cosas – al momento
- sin dejar que el tiempo las empeore.
Yo quería hacerme guey.
Un poco.
Pero es imposible…
Ahora sí ya no puedo.
Pero me pienso escapar en este instante.
Porque si alguien quiere “hablar” conmigo, seguro seré grosera.
Agarraré mi bolsa y partiré en dirección a casa… platicaré con mis dos
retoños, que seguro reclamaran algo, pero sin previo aviso, y después veremos
un episodio de Friends en Netflix.
Luego el silencio.
Y mañana será otro día.
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