Diego se fue a la escuela.

Hoy fue el primer día de clases de mi niño en el International Children’s Workshop – donde me caen bien por varias razones y una de ellas es por llamarnos International en vez de Hispanos.

Diego se quedo tranquilo.

Yo fui la que salí hecha pedazos.

¿A qué hora creció este cabrón?

Yo quiero que siga siendo mi bebé.

Nímodo.

Lo que se puso punk fue la mañana.

Teníamos que llegar a las 8:20 al camión que lleva a Juliana a su camp.

Y a las 8:30 a la escuela de Diego.

Me desperté a las 7 y arrancó mi maratón.

Lunches, loncheras, maleta con toallas, aseo personal, vestimenta, despertada de hijos, vestida de hijos, desayuno de hijos, peleas con los hijos, peinado de hijos, lavada de dientes.

Todo lo de siempre que ya era un pedo, pero multiplicado por dos.

Dos personas más la mamá.

No sé como le voy a hacer todavía.

Hoy lo logramos con mucha suerte.

Cuando llegamos a la escuela Diego me agarró de la mano y no me soltó, pero cuando la maestra sacó el tren, me dejo sentada y me dijo Bye.

La maestra me vio y me dijo,

-       Esta listo, puedes irte.

Yo volví a decirle Bye y me volteó a ver con cara de “ya nos despedimos mamá”

Ingrato.

Me fui caminando con cabeza hacia el piso y llorando un poquito.

Luego se fue incrementando mi llanto.

En el elevador otros dos papás me preguntaron si estaba bien.

Yo les dije que sí y me puse los lentes de sol.

Siento muchas cosas a la vez.

No sé muy bien ni como empezar a acomodarlas.

Una de ellas, que el tiempo está pasando.

Rápido.

Las demás… ya las iré contando.

Por ahora, quiero que me llamen de la escuela, para decirme que vaya por  mi hijo que me extraña.

Pero me late que eso nomás no va a pasar.