Escenas de mi vida.
Gracias a Dios que el camp de Juliana se termina hoy.
El nivel de stress que yo generaba persiguiendo ese camión cada mañana
era casi suicida.
La parada era en Grammercy Park
y la hora de salida era las 8:30 am – pero como todos los niños (y sus mamás en
pants) llegaban antes, el puto camión
se arrancaba a las 8:25 y yo me tiraba las últimas dos cuadras gritando “stop the fucking bus” con carriola,
loncheras, toallas, Diego tratando de no tirar su manzana y Juliana corriendo
detrás de mi gritando a su vez,
- Ya no grites mami que me da pena, mejor hay que irnos en metro.
Qué metro ni que metro le decía yo.
El camp es en Tribeca (casa del
carajo).
Me peleé diario con ellos,
- (respirando agitada) Man you
want to give me a heart attack, don’t leave before 8:30!!!!!
Todos muy amables me decían que no volvería a pasar, pero al día
siguiente a las 8:28 am, la misma mierda.
Pendejos.
El caso es que la próxima semana, no más camp, ni más camión.
Juliana ahora si va a estar de vacaciones normales, que juegue en la
casa, en el parque, que vea tele… lo que sea, menos que su mamá la tenga que
peinar, vestir y llevar a la parada del camión.
Por otro lado tengo la nueva escuela de Diego, que nomás no nos está funcionando.
Pues todos los días a las 10 am ya lo tengo conmigo de vuelta en la oficina.
Me llaman y me dicen que no ha parado de llorar desde que lo dejé, me
hacen el favor de ponérmelo en la oreja (del teléfono) y cuando escucho sus
llantos, salgo despavorida a recogerlo.
Otros pendejos también.
Yo pensaba que era parte esencial de “su trabajo” el ayudar a los niños
a separarse de los padres, durante esta nueva etapa, pero por lo que me
dicen las maestras, los niños que han pasado por ahí, jamás han
llorado tanto como Diego.
(Si como no)
¿No lloran? Les digo,
Me responden,
- Es que Diego interrumpe las actividades de los otros niños.
¿Cuáles actividades?
Armar rompecabezas y jugar al trenecito.
Give me a fucking break pero sobre
todo give me back my fucking money.
Ese es el tirito que me toca la próxima semana.
Todas las mamás locales me dicen que está de locos.
Que jamás habían visto cosa tan poco profesional en una escuela.
Era de esperarse que si dicha escuela existía en la ciudad, me tocara
a mi.
Camiones que se van temprano y escuelas que no quieren que los niños
lloren.
Ambas son escenas de la vida, creadas a mi medida.
Pero lo bueno de todo esto es que ya mañana es fin de semana.
A ver que tal se pone.
Yey.
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