Que se limpien los que estén sucios


Me han estado preguntando mucho, 
- ¿Qué tal estuvo ese plan del Grullo?...
No sé mucho que contestar, porque a unos los aterro con mi respuesta y a otros les doy envidia.
A estos últimos, definitivamente no los entiendo.

El antecedente que vale la pena apuntar, antes de empezar mi historia, es que a mi siempre me ha funcionado eso de tener horarios y certezas. Calendarios y cosas fijas. 
Amanecer y saber que va a pasar.

Saber que a las 6 arrancan los gritos de Juliana porque no le sale la coleta y a las 6:30 los de Diego porque no se quiere levantar. A las 7 respirar profundo, una vez que desaparecen para irse a la escuela, me preparo agua tibia con limón y luego un café. A las 8 ejercicio, a las 9 desayuno lo mismo cada día,
a las 9:30 correr a bañarme y a las 10 comenzar día laboral... y así me sigo... más o menos.

De lunes a viernes tengo en un 90% claro mi día. 
Hay espontaneidad medida de un 10% en plan, "donde vas a comer, bueno igual y comemos"... 
Pero Alfredo me la está quitando casi toda.

Cada 15 días mis hijos se van con su padre, y ese fin de semana se queda “abierto a ver que pasa” en un 40%, que es muchísimo y definitivamente no es mi elección.

Así fue como acepté ir al Grullo.
Sin tener idea de a donde iba.

Y mi conclusión al final es:
1. Hay certezas que es mejor que no lo sean.
2. Limpiarse, es para los que están bastante más sucios.

No voy a entrar en mucho detalle, pero en este lugar al que irónicamente sus dueños llaman SPA, los highlights incluyen frotación de ortiga y agua helada a las 5 am, un enema de agua tibia y otro de litro y medio de café a las 6 am, vapor hirviendo y duchas de agua fría combinadas en intervalos de 4 minutos a las 6:45 am, caminatas en el pasto helado mientras te comes una linaza babosa con ciruela a las 7:30 am, clase de yoga con una maestra que habla demasiado a las 8:00 am, desayuno de fruta en plato tamaño botanero a las 9:00 am, plática de nutrición a las 10:00 am, acompañada de bastantes manos levantadas y preguntas imbéciles de los compañeros del SPA, compresas de cebolla a las 12, compresas de barro a la 1, lunch pequeño... meditación guiada, más compresas, más pláticas, más de todo. 
Menos comida.

En este SPA, te mantienen a mil calorías.
No tienes hambre, tienes furia.
Te da claustrofobia – pues puedes salir - pero no puedes comer nada afuera, no tienes energía ni para subir la calle y a las 7:30 tienes que estarte ya quieto, para comerte un plato de tamaño botanero "nuevamente", pero (yes!) puedes elegir entre un tofu con chayote o una porción enana de fruta.

Yo aguante exactamente 48 horas.
Exploté como una desgraciada.
Lloré mucho de coraje.
De sentirme tan débil y con letargo.
Y sobre todo, llore de hambre.

Mi Doctor me dijo que la próxima vez que le quiera hacerle algo tan radical a mi pobre cuerpo y mente, consulte con él,
- “No te vaya a dar una crisis nerviosa Sofi”

Llevo un mes sin beber (voluntariamente) y estar 90% sana, mi cerebro está más claro que nunca. Tan claro, que estoy agotada de escuchar todo lo que me dice - de hecho estoy a punto de quitarle claridad - para que ya no me joda tanto. 

El caso es que para responder esta pregunta, desde un mejor lugar, diré una cosa muy positiva.
El regreso al DF es maravilloso.
Entrar a Insurgentes lleno de tráfico, es de las cosas más emocionantes que pueden sucederte. 
Comerte un platito de sushi te deja muy satisfecha.
Y el lunes te sientes una verdadera one million dollar baby.
(Nadie hizo los jumping jacks más altos que Sofi).

Ahora,
El martes vuelves a la normalidad.
Y te das cuenta que las limpias, las mas-o-menos-limpias y todo lo que sea limpiar - de una u otra manera - tiene la tendencia a volverse a ensuciar.


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