Haz casa...
Ayer por la tarde fui a casa de unos amigos en Valle
de Bravo… nomás entrar me sentí en una casa… de esas casas que si son casas,
que de hecho son tan casas, que te dan ganas de esquivar la reunión y tirarte
en el sofá a leer o de plano echarte una siesta…
Es una cualidad muy cabrona, esa de poder hacer casa.
No todos la tienen.
En NY cada vez que llegaba a casa de Malo y George
así me pasaba… agarraba un chal y me acurrucaba en sus sofás llenos de paginas
leídas del NY Times…
Así también me pasa en la casa de los Zarco, nomás
llegamos y mis hijos se quitan zapatos y se enlodan, y yo me quiero quedar todo
el fin de semana a vivir en medio del reguero… buena comida, buena luz, buenos
sofás, buenos libros, buena música… una muy buena casa…
Esa visita a esa casa me hace reflexionar mucho
sobre mi propia vida. Yo así tenia una casa, pero ya no vivo ahí y cómo la
extraño.
Olía a mi, olía a mi familia.
Y era al lugar a donde quería llegar siempre, al
final del día.
Los domingos había reguero, menos que en otras
casas, porque esta era una casa de una obsesiva/enloquecida del orden, pero en
ese ordenado caos, uno se sentía bien. Mi cocina era la mejor cocina para
estarse, era el centro de toda nuestra vida, en el comedor un extremo era para
los alimentos y el otro para nosotros… la compu de Emiliano, las tareas de
Juliana, los dibujos de Diego… mi periódico que dejaban en mi puerta cada
mañana…
A veces siento que desde que regrese a México ando
como de paso.
Cómo cuando mis hijos se sientan a comer con media
nalga de fuera, como listos para salir corriendo, como no comprometiéndose a la
inmensidad de la comida que les espera, solo “medio comiendo”… media nalga,
medio compromiso…
Yo les digo siempre, “siéntate bien, parece que
vienes de paso pero lamento informarte que te faltan 3 platos”
Y repelan.
Así yo.
Sofía lamento informarte que aquí ya estás para
quedarte.
Haz casa.
Búscate la cocina y búscate la terraza…
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